José María Torralba ha escrito un libro estupendo en el que nos cuenta, entre otras cosas, la historia de cómo se cuajó esa maravilla que son los programas de los grandes libros en Estados Unidos. Robert Hutchins, Mortimer Adler y Mark Van Doren son quizá los grandes héroes de esta historia en la que también caben Christopher Dawson, Dorothy Sayers y Jacques Maritain. A mí Van Doren me interesa mucho porque parece haber encarnado el ideal del profesor, de esos que logran entusiasmar a sus alumnos, orientarlos, acompañarlos, prender el fuego en sus almas. En una carta, uno de sus discípulos, nada menos que Thomas Merton, le decía: "Usted siempre usó sus dones para hacer que los demás admiran y entendieran la poesía, la buena literatura y la verdad". No se me ocurre un mayor halago. John Senior, por quien siento una admiración creciente, logró hacer lo que hizo y ser el profesor que llegó a ser probablemente gracias a la inspiración de Van Doren. (Van Doren, por cierto, le escribió un poema a Senior con el motivo de su conversión al Catolicismo, "Estote Ergo Vos Perfecti"). Y es que, además de estimado profesor, Van Doren fue un gran poeta, ganador del Pulitzer de poesía en el 1940. Hay quien le critica "haber sido demasiado convencional" y no haber experimentado lo suficiente en sus poemas. ¡Qué bien de lo que no nos hemos perdido!
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IN TIME OF DROUTH
The sun this morning is of no avail,
Shining upon a land that cannot cast
One sparkle back. The walls are dead with dust;
The maples do not lift a single leaf;
And all of the way to the village, down our slope,
The meadows have forgotten being green.
Yet look to the left a little. There is brightness.
There, in the angle of two ancient fences,
Dark tall cedars spread their pleasant boughs
Over a few white gravestones that the sun
Now catches full. You see them flash and smile.
Only the dead this morning are not old.