Ayer era el día del libro. Es un día que me gusta mucho porque es Cervantes y Shakespeare, las dos lenguas en las que leo y vivo, san Jorge y el dragón, caballería y épica, primavera, homenajes a la lectura. Nunca me han regalado un libro un 23 de abril, pero no hace falta. La unión de tanto bueno es el regalo. Y sin embargo, se me pasó, sin ton ni son, como un día cualquiera, sin leer un libro siquiera.
Hoy lo celebro, pues día del libro puede ser todos los días, hasta los días sin libro, porque el tiempo es como un libro que Dios tiene en las manos...
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EL LIBRO
El tiempo es como un libro que Dios tiene en las manos.
Lo recita en voz alta, o baja, lentamente,
y así pasan las hojas de los pobres humanos
que casi apenas oyen la línea del presente.
Allí, toda la historia de Roma y los romanos;
las guerras, y las paces al párrafo siguiente,
allí, las experanzas; allí, los cotidianos
susurros y quehaceres del amor de la gente.
Allí, también, mi vida con sus pequeñas cosas,
y la tuya, con todo tu futuro, tu miedo,
tus sueños entrelíneas como en un escondrijo...
Y en el centro del libro, con las letras borrosas
de haber pasado el Padre tantas veces el dedo,
la página que cuenta la muerte de Su Hijo.
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