Este poema lo leí al hilo de un comentario de Enrique García-Máiquez en que menciona el kintsugi, la técnica japonesa de reparar cerámicas rotas con resinas mezcladas con oro, de modo que el objeto reparado es mucho más valioso que el original. Este año he leído "A Theology of Making", un libro de Makoto Fujimura que tiene comentarios estupendos acerca del simbolismo de esta técnica. De él he aprendido que "kin" significa "oro" y "tsugi" significa "reparar" pero también "unir generaciones".
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DE LA FRAGILIDAD
La jarra se rompió.
Era roja, de barro. Contenía
en su vientre vacío
la historia familiar.
Era parte de aquella vajilla que la abuela
compró cuando era joven.
La gastaba mi abuelo
para guardar la miel que producían
sus viejos colmenares.
Mi padre la llenaba de mistela
que él mismo fabricaba
con uva moscatel y con amor.
Cuando yo la heredé,
decidí utilizarla para el vino
los domingos y fiestas de guardar.
Mi hijo prefería
emplearla para la limonada
con hielo machacado
y unas hojas de menta.
Fue mi nieta, al cogerla una mañana
entre sus tiernas manos
quien la dejó caer por accidente.
Al estrellarse contra el suelo
el tiempo se hizo añicos.
Comprobé que una jarra,
al igual que la vida,
y al giual que la historia de los hombres,
está hecha de sueños y de barro.
Y es frágil y es fugaz.
Brutalmente fugaz.
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