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PLEGARIA ÚLTIMA
Padre, a tus manos
encomiendo mi espíritu.
Lc 23, 46
Al final de una noche ya cansada,
Encomiendo mi espíritu a tus manos.
Señor, son invisibles
tus manos y tu rostro, pero escucho
la música más bella, tu Palabra.
Tu Palabra eres Tú, y te has inclinado
a mi oído a decirme la ternura
de las manos abiertas de tu Padre;
y ha resonado inmensa la plegaria
última de tu vida, la plegaria
última que dijiste y que te digo,
la aprendida en las horas más oscuras
de mis noches. Señor, atiéndela.
Abre tus manos y recógeme.
Señor, creo en tus manos invisibles,
en las que me abandono. Sé que no
soy una flor, ni una paloma, ni
siquiera una sonrisa. Mas soy tuyo.
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