De España me gustan muchísimas cosas. Una de ellas es que el Día del Padre se celebre en la fiesta de san José. Al parecer Bolivia es el único otro país hispanoamericano que también lo celebra este día. (Podría hablar aquí también de lo perfecta que es la Fiesta de Reyes, que no hemos heredado, pero es otro tema para otra ocasión). Como no se me ocurrió poner ayer un poema al padre, en su más legítima fiesta, lo pongo hoy. Uno de los recogidos en la bellísima antología de poemas al padre hecha por Enrique García-Máiquez.
OSCURECE DESPACIO
Oscurece despacio en este otoño
el murmullo que trae suena a frío,
o a promesa de frío deseado.
De pronto ser de noche sabe a náufrago,
Y de nuevo la niña
Que reclama la luz desde su noche
Se asoma a este presente
Aterida, indefensa,
Igual que un pájaro caído
antes del vuelo. Aún se asombra
porque no entiende nada
y el mundo bulle lleno y ella siente
que es una extraña en él. Se ha acurrucado
igual que entonces en la cama;
la espalda a la pared,
sin atreverse a dar la vuelta
—tal vez así la vida no le embista—.
Hoy pediría, como entonces,
la voz del padre protectora
como escudo que llega de otro cuarto
y le pide que duerma.
“Duérmete”. Y suena a firme
sortilegio que espanta tinieblas
y allana precipicios.
“Duérmete”. Y es la manta
que le cubre los hombros y la acolcha.
De una manera extraña
esa palabra dice todavía
que voy a ser feliz,
y yo le creo.
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