He estado releyendo el Libro de la Pasión, este año al compás de la versión en prosa, también de Ibáñez Langlois. Qué libros los dos. El de poemas me parece estremecedor; yo casi lo llamaría inspirado. Creo que no he leído ningún libro que me inspire tanta devoción.
¡El año pasado, por cierto, salió la traducción al inglés! Me alegra porque me he hecho ya con tres para tener con quien compartir la emoción estos días. Me han dicho que en inglés se lee también estupendamente.
Ayer, la Magdalena en Getsemaní. Hoy, la otra María, la María por excelencia, la Madre, en Getsemaní.
Los apóstoles duermen pero la madre vela
la madre está en agonía hasta el fin del mundo
la madre de Jesús como la luna llena
ilumina todo el valle de Josafat
ella tiende sus manos puras casi traslúcidas
hacia el huerto que la llama como su sangre
porque es sangre de su sangre la sangre de Dios
que ella limpia a distancia con sus manos
de luz con tanto amor que Jesús las siente
mejor que si tocaran su oscura faz
ah qué alivio este solo consuelo de la tierra
qué ternura del cielo consuela su cara
como si nada hubiera ocurrido en esos tres años
como si nada en esos últimos treinta y tres
Jesús está llorando de amor como un niño
porque el cielo y la tierra lo abandonan
pero el leproso el abandonado el vástago
tiene madre y su madre es todo el amor
del cielo y de la tierra y lo está velando
y le está lavando el rostro bañado en sangre
por acción a distancia como la luz
como en Belén entonces su propia sangre
el leproso de Dios el hombre eterno
tine madre y su madre es todo el consuelo
del reino de este mundo el dulce reino
porque existe María sobre la oscura tierra
y Dios agonizante le susurra madre
no me abandones madre madre mía.
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