martes, 26 de abril de 2022

#116 Palazzo di Algeri (Joaquín Pérez Azaústre)


(via)

PALAZZO DI ALGERI 

Amigos, no es la hora del adiós. 

Escucho la llamada a la oración 

y tocamos el timbre en vuestra casa 

que anuncia la alegría llameante en la orquesta. 

Hay una espada roja sobre nuestras cabezas 

abriendo el pecho blanco en las crestas del cielo. 

Se ha abierto el portalón y miramos la escena: 

bajamos la escalera con regia lentitud, 

bebemos la caricia clara de la piscina 

y miramos la fiesta que empieza sin nosotros. 

La vida es una fiesta que empieza sin nosotros, 

duelo y fiebre de noches con el viento rasgado 

cuando el llanto de un niño nos arranca del sueño. 

Hemos visto nacer a esas manos pequeñas 

en estos techos altos, levantar un imperio 

de coches voladores y de trenes sin mapa. 

Yo quiero proteger la risa de una foto: 

Giacomo y Joaquín juntos, compartiendo la cena 

sonriéndole a la vida que les sonríe también. 

Yo quiero preservar el brindis de la noche 

en que aquí me contasteis que os habíais sumergido 

en la última brazada de Jonás. 

Os sigo viendo ahora: 

el titán de los hombros silenciosos 

que soportan el mundo cuando tiembla en la arena 

amará a su planeta en pleno mediodía. 

Hemos sido los príncipes de un reino

de infantes en la hierba y prosecco en la mano, 

copas centelleantes en las noches antiguas, 

últimos moradores del palacio secreto. 

Me adelanto, partís. Veo vuestras siluetas 

y vuelvo a pasear por el salón desierto: 

el espacio se agranda, los reyes se han marchado 

y han dejado sus sombras custodiando el silencio. 

Sobre el banco olvidado en el jardín 

se aposenta la lluvia más violenta de Argel: 

es la herrumbre que come la pasión de un país. 

Donde estéis crecerá otro nuevo palacio. 

Pero eso vendrá luego, siglos de luz adentro, 

tras el lento oleaje y la separación 

con séquito escondido debajo de los ojos. 

Cualquier mudanza es una revelación. 

Marcháis hacia una tierra con vuestro nombre ahora. 

Aunque no todavía: tenemos que brindar. 

Porque amigos, no puede ser aún 

la hora del adiós. 

Más adelante habrá que cruzar esa puerta; 

pero ahora bailaremos hasta el alba en el césped 

mientras duermen los hijos y nuestros sueños viven 

como un brillo naranja en nuestros pies descalzos.

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