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SHAPES
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SHAPES
"[La poesía] sin duda la inspiró Dios en los ánimos de los hombres, para con el movimiento y espíritu de ella levantarlos al cielo, de donde ella procede; porque poesía no es sino una comunicación del aliento celestial y divino; y así en los profetas casi todos, así los que fueron verdaderamente movidos por Dios, como los que incitados por otras causas sobrehumanas hablaron, el mismo espíritu que los despertaba y levantaba a ver lo que otros hombres no veían, les ordenaba y componía y como metrificaba en la boca las palabras, con número y consonancia debida, para que hablasen por más subida manera que las otras gentes hablaron, y para que el estilo del decir se asemejase al sentir, y las palabras y las cosas fueran conformes."
-Fray Luis de León, De los nombres de Cristo
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ODA VIII
NOCHE SERENA
A Diego de Olarte
Cuando contemplo el cielo
de innumerables luces adornado,
y miro hacia el suelo
de noche rodeado,
en sueño y en olvido sepultado,
el amor y la pena
despiertan en mi pecho un ansia ardiente;
despiden larga vena
los ojos hechos fuente;
Olarte, y digo al fin con voz doliente:
«Morada de grandeza,
templo de claridad y hermosura,
el alma, que a tu alteza
nació, ¿qué desventura
la tiene en esta cárcel baja, escura?
¿Qué mortal desatino
de la verdad aleja así el sentido,
que, de tu bien divino
olvidado, perdido,
sigue la vana sombra, el bien fingido?
El hombre está entregado
al sueño, de su suerte no cuidando;
y, con paso callado,
el cielo, vueltas dando,
las horas del vivir le va hurtando.
¡Oh, despertad, mortales!
Mirad con atención en vuestro daño.
Las almas inmortales,
hechas a bien tamaño,
¿podrán vivir de sombra y de engaño?
¡Ay, levantad los ojos
aquesta celestial eterna esfera!
burlaréis los antojos
de aquesa lisonjera
vida, con cuanto teme y cuanto espera.
¿Es más que un breve punto
el bajo y torpe suelo, comparado
con ese gran trasunto,
do vive mejorado
lo que es, lo que será, lo que ha pasado?
Quien mira el gran concierto
de aquestos resplandores eternales,
su movimiento cierto
sus pasos desiguales
y en proporción concorde tan iguales;
la luna cómo mueve
la plateada rueda, y va en pos della
la luz do el saber llueve,
y la graciosa estrella
de amor la sigue reluciente y bella;
y cómo otro camino
prosigue el sanguinoso Marte airado,
y el Júpiter benino,
de bienes mil cercado,
serena el cielo con su rayo amado;
—rodéase en la cumbre
Saturno, padre de los siglos de oro;
tras él la muchedumbre
del reluciente coro
su luz va repartiendo y su tesoro—:
¿quién es el que esto mira
y precia la bajeza de la tierra,
y no gime y suspira
y rompe lo que encierra
el alma y destos bienes la destierra?
Aquí vive el contento,
aquí reina la paz; aquí, asentado
en rico y alto asiento,
está el Amor sagrado,
de glorias y deleites rodeado.
Inmensa hermosura
aquí se muestra toda, y resplandece
clarísima luz pura,
que jamás anochece;
eterna primavera aquí florece.
¡Oh campos verdaderos!
¡Oh prados con verdad frescos y amenos!
¡Riquísimos mineros!
¡Oh deleitosos senos!
¡Repuestos valles, de mil bienes llenos!»
Plough, una revista de gusto excelente, celebra al Ascensión con una homilía y un poema de Edward Shillito, un pastor protestante que vivió de cerca la primera guerra mundial.
Esta semana he estado doomscrolling—el mass shooting de Uvalde me ha afectado como ningún otro, especialmente por lo que parece una inexplicable reacción de la policía. Es el tipo de situaciones que sólo son tolerables frente a la cruz, de ahí el poema que ha traído Plough.
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JESUS OF THE SCARS
If we have never sought, we seek Thee now;
Thine eyes burn through the dark, our only stars;
We must have sight of thorn-pricks on Thy brow,
We must have Thee, O Jesus of the Scars.
The heavens frighten us; they are too calm;
In all the universe we have no place.
Our wounds are hurting us; where is the balm?
Lord Jesus, by Thy Scars, we claim Thy grace.
If, when the doors are shut, Thou drawest near,
Only reveal those hands, that side of Thine;
We know today what wounds are, have no fear,
Show us Thy Scars, we know the countersign.
The other gods were strong; but Thou wast weak;
They rode, but Thou didst stumble to a throne;
But to our wounds only God’s wounds can speak,
And not a god has wounds, but Thou alone.
Ayer pensaba en la amistad. Es que estoy leyendo "The Wind in the Willows"—qué libro más extraordinario. Será lo mejor que leeré este año, seguro. Tengo, además, una edición preciosa de la biblioteca. A todos los poemas del mundo les deseo que tengan un amigo como "Mole".
No sé bien cómo sería la relación entre Gabriel Celaya y Blas de Otero, pero aquí hay un poco de contexto para el poema de hoy, que es un canto a esa amistad.
Gabriel Celaya había acudido desde San Sebastián a Bilbao el 20 de enero de 1950, junto a su compañera Amparo Gastón, para pronunciar, invitado por el escultor Jorge Oteiza, su conferencia «El arte como lenguaje», done defendía el arte como un modo de comunicación, en la Sala Studio de la capital vizcaína. Tras la conferencia, Otero, Celaya y Amparitxu se unieron al abogado y poeta Javier de Bengoechea, amigo de Blas de Otero, y a su esposa Mila, para cenar en su casa. Como resultado de aquel encuentro, el poeta donostiarra escribiría su «Carta a un amigo», que envía inmediatamente al bilbaíno, quien en carta fechada el 4 de febrero de 1950 se lo agradece: «Tu carta-poema me impresionó mucho. Gracias, Gabriel. Por la noche, se lo leí a Javier y Mila, bajo la lámpara [aludía a la lectura que el propio Otero había hecho en la casa de Bengoechea y que Celaya evocaba en su poema: «Voy a leer unos versos. // Daba miedo mirarte solo allá, en lo redondo / de una lámpara baja y un antiguo silencio»]. Creemos que es uno de tus mejores poemas. Me gustaría se publicase al par de mi libro [refiriéndose a Angel fieramente humano], si te parece. Lo guardo entre lo más querido». (Via)
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A BLAS DE OTERO
Amigo Blas de Otero: Porque sé que tú existes,
y porque el mundo existe, y yo también existo,
porque tú y yo y el mundo nos estamos muriendo,
gastando nuestras vueltas como quien no hace nada,
quiero hablarte y hablarme, dejar hablar al mundo
de este dolor que insiste en todo lo que existe.
Vamos a ver, amigo, si esto puede aguantarse:
El semillero hirviente de un corazón podrido,
los mordiscos chiquitos de las larvas hambrientas,
los días cualesquiera que nos comen por dentro,
la carga de miseria, la experiencia un residuo,
las penas amasadas con lento polvo y llanto.
Nos estamos muriendo por los cuatro costados,
y también por el quinto de un Dios que no entendemos.
Los metales furiosos, los mohos del cansancio,
los ácidos borrachos de amarguras antiguas,
las corrupciones vivas, las penas materiales...
todo esto—tú sabes—, todo esto y lo otro.
Tú sabes. No perdonas. Estás ardiendo vivo.
La llama que nos duele quería ser un ala.
Tú sabes y tu verso pone el grito en el cielo.
Tú, tan serio, tan hombre, tan de Dios aun si pecas,
sabes también por dentro de una angustia rampante,
de poemas prosaicos, de un amor sublevado.
Nuestra pena es tan vieja que quizá no sea humana:
ese mugido triste del mar abandonado,
ese temblor insomne de un follaje indistinto,
las montañas convulsas, el éter luminoso,
un ave que se ha vuelto invisible en el viento,
viven, dicen y sufren en nuestra propia carne.
Con los cuatro elementos de la sangre, los huesos,
el alma transparente y el yo opaco en su centro,
soy el agua sin forma que cambiando se irisa,
la inercia de la tierra sin memoria que pesa,
el aire estupefacto que en sí mismo se pierde,
el corazón que insiste tartamudo afirmando.
Soy creciente. Me muero. Soy materia. Palpito.
Soy un dolor antiguo como el mundo que aún dura.
He asumido en mi cuerpo la pasión, el misterio,
la esperanza, el pecado, el recuerdo, el cansancio,
Soy la instancia que elevan hacia un Dios excelente
la materia y el fuego, los latidos arcaicos.
Debo salvarlo todo si he de salvarme entero.
Soy coral, soy muchacha, soy sombra y aire nuevo,
soy el tordo en la zarza, soy la luz en el trino,
soy fuego sin sustancia, soy espacio en el canto,
soy estrella, soy tigre, soy niño y soy diamante
que proclaman y exigen que me haga Dios con ellos.
¡Si fuera yo quien sufre! ¡Si fuera Blas de Otero!
¡Si sólo fuera un hombre pequeñito que muere
sabiendo lo que sabe, pesando lo que pesa!
Mas es el mundo entero quien se exalta en nosotros
y es una vieja historia lo que aquí desemboca.
Ser hombre no es ser hombre. Ser hombre es otra cosa.
Invoco a los amantes, los mártires, los locos
que salen de sí mismos buscándose más altos.
Invoco a los valientes, los héroes, los obreros,
los hombres trabajados que duramente aguantan
y día a día ganan su pan, mas piden vino.
Invoco a los dolidos. Invoco a los ardientes.
Invoco a los que asaltan, hiriéndose, gloriosos,
la justicia exclusiva y el orden calculado,
las rutinas mortales, el bienestar virtuoso,
la condición finita del hombre que en sí acaba,
la consecuencia estricta, los daños absolutos.
Invoco a los que sufren rompiéndose y amando.
Tú también, Blas de Otero, chocas con las fronteras,
con la crueldad del tiempo, con límites absurdos,
con tu ciudad, tus días y un caer gota a gota,
con ese mal tremendo que no te explica nadie.
Irónicos zumbidos de aviones que pasan
y muertos boca arriba que no, no perdonamos.
A veces me parece que no comprendo nada,
ni este asfalto que piso, ni ese anuncio que miro.
Lo real me resulta increíble y remoto.
Hablo aquí y estoy lejos. Soy yo, pero soy otro.
Sonámbulo transcurro sin memoria ni afecto,
desprendido y sin peso, por lúcido ya loco.
Detrás de cada cosa hay otra cosa que es la misma,
idéntica y distinta, real y a un tiempo extraña.
Detrás de cada hombre un espejo repite
los gestos consabidos, mas lejos ya, muy lejos.
Detrás de Blas de Otero, Blas de Otero me mira,
quizá me da la vuelta y viene por mi espalda.
Hace aún pocos días caminábamos juntos
en el frío, en el miedo, en la noche de enero
rasa con sus estrellas declaradas lucientes,
y era raro sentirnos diferentes, andando.
Si tu codo rozaba por azar mi costado,
un temblor me decía: «Ese es otro, un misterio.»
Hablábamos distantes, inútiles, correctos,
distantes y vacíos porque Dios se ocultaba,
distintos en un tiempo y un lugar personales,
en las pisadas huecas, en un mirar furtivo,
en esto con que afirmo: «Yo, tú, él, hoy, mañana»,
en esto que separa y es dolor sin remedio.
Tuvimos aún que andar, cruzar calles vacías,
desfilar ante casas quizá nunca habitadas,
saber que una escalera por sí misma no acaba,
traspasar una puerta —lo que es siempre asombroso—,
saludar a otro amigo también raro y humano,
esperar que dijeras —era un milagro—: Dios al fin escuchaba.
Todo el dolor del mundo le atraía a nosotros.
Las iras eran santas; el amor, atrevido;
los árboles, los rayos, la materia, las olas,
salían en el hombre de un penar sin conciencia,
de un seguir por milenios, sin historia, perdidos.
Como quien dice «sí», dije Dios sin pensarlo.
Y vi que era posible vivir, seguir cantando.
Y vi que el mismo abismo de miseria medía
como una boca hambrienta, qué grande es la esperanza.
Con los cuatro elementos, más y menos que hombre,
sentí que era posible salvar el mundo entero,
salvarme en él, salvarlo, ser divino hasta en cuerpo.
Por eso, amigo mío, te recuerdo, llorando;
te recuerdo, riendo; te recuerdo, borracho;
pensando que soy bueno, mordiéndome las uñas,
con este yo enconado que no quiero que exista,
con eso que en ti canta, con eso en que me extingo
y digo derramado: amigo Blas de Otero.
La página biográfica de Robert Francis en Poetry Foundation no nos dice casi nada del poeta, pero lo suficiente. De Amherst y aparentemente recluso, como la Dickinson, enraizado y admirado por Frost.
Robert Francis was born in Upland, Pennsylvania, and studied at Harvard. Although he taught at workshops and lectured at universities across the United States, he lived for over sixty years in the same house near Amherst, Massachusetts. His poems are often charmingly whimsical, presenting conundrums and mysteries with a light, lyrical touch. Robert Frost, an important influence on the poet, said that Francis was “of all the great neglected poets, the greatest.”
El de la izquierda |
HIGH DIVER
How deep is his duplicity who in a flash
Passes from resting bird to flying bird to fish,
Who momentarily is sculpture, then all motion,
Speed and splash, then climbs again to contemplation.
He is the archer who himself is bow and arrow.
He is the upper-under-world-commuting hero.
His downward going has the air of sacrifice
To some dark seaweed-bearded seagod face to face.
Or goddess. Rippling and responsive lies the water
For him to contemplate, then powerfully to enter.
Dos polos en la relación con la poesía:
La musa que nos desprecia (como en el poema de hoy) pero a la que volvemos sedientos, necesitados (como en "Vuelta a la poesía", de Piedad Bonnett). Entre medias, el romance.
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LA POESÍA
No más que nadie ni mejor tampoco
que otros: la amé con rabia y obediente
de reglas y caprichos. Fui paciente
si ella beligerante. Estuve loco
al estimarla mía enteramente,
que ser el dueño fue tenerla en poco,
no poseerla en fin. Si ahora toco
por azar su virtud, indiferente
se entrega al viejo amigo que la busca
con voz arrepentida en el recuerdo.
Ya nada le reprocho, sin embargo,
y apenas si le escribo. No me ofusca
verla coquetear, pasar de largo...
Tal vez salgo ganando si la pierdo
de vista por un tiempo: en los que corren,
contadísimas diosas nos socorren
y ella también se porta como un cerdo.
Ayer era el cumpleaños de Bob Dylan y leí la deliciosa lista con la que el dylanófilo Pablo Velasco celebró el año pasado los 80 de Dylan: "80 razones para escuchar a Bob Dylan". A mí Dylan me gusta mucho, pero sólo conozco lo más mainstream, lo suficiente para no dudar que nuestro trovador contemporáneo se mereciera el Nobel. El poema - canción de hoy, por ejemplo, no lo conocía. Me lo ha sugerido Pablo, como uno de sus favoritos, y me ha emocionado. Lo he leído primero, sin la música y sí, ¡poema! Seguro todos hemos tenido la experiencia de leer letras de canciones que pierden toda el alma sin la música. Creo que Dylan ha escritos poemas a los que no ha puesto música, pero no es por ellos por lo que pasará a la historia.
Ayer en el metro he escuchado la conferencia con motivo del Nobel en la que se pregunta "¿qué tiene que ver mi música con la literatura?" Y después de hacer un repaso de tres grandes libros que han marcado su carrera, "Moby Dick", "Sin novedad en el frente" y "La Odisea", termina diciendo:
Our songs are alive in the land of the living. But songs are unlike literature. They’re meant to be sung, not read. The words in Shakespeare’s plays were meant to be acted on the stage. Just as lyrics in songs are meant to be sung, not read on a page. And I hope some of you get the chance to listen to these lyrics the way they were intended to be heard: in concert or on record or however people are listening to songs these days. I return once again to Homer, who says, “Sing in me, oh Muse, and through me tell the story.”
Es un gran tema. Los poemas, como las canciones, también están hechos para escuchados más que leídos. Por eso leer un poema rápidamente es hacerle violencia, es perder el sonido por tratar de captar el significado. Como dice John Ciardi, la pregunta nunca es "what does a poem mean" sino "how does a poem mean." Algo similar dice también Dylan en su discurso.
Escuchemos pues a Dylan, en su medio:
I love you more than ever, more than time and more than love
I love you more than money and more than the stars above
I love you more than madness, more than dreams upon the sea
I love you more than life itself, you mean that much to me.
Ever since you walked right in the circle's been complete
I've said goodbye to haunted rooms and faces in the street
To the courtyard of the jester which is hidden from the sun
I love you more than ever and I haven't yet begun.
You breathed on me and made my life a richer one to live
When I was deep in poverty you taught me how to give
Dried the tears up from my dreams and pulled me from the hole
I love you more than ever and it burns me to the soul.
You gave me babies, one, two, three, what is more, you saved my life
Eye for eye and tooth for tooth, your love cuts like a knife
My thoughts of you don't ever rest, they'd kill me if I lie
But I'd sacrifice the world for you to watch my senses die.
The tune that is yours and mine to play upon this earth
We'll play it out the best we know, whatever it is worth
What's lost is lost, we can't regain what went down in the flood
But happiness to me is you and I love you more than blood.
It's never been my duty to remake the world at large
Nor is it my intentions to sound a battle charge
'Cause I love you more than all of that with a love that doesn't bend
And if there is eternity I'd love you there again.
Oh, can't you see that you were born to stand by my side
And I was born to be with you, you were born to be my bride
You're the other half of what I am, you're the missing piece
And I love you more than ever with that love that doesn't cease.
You turn the tide on me each day and teach my eyes to see
Just being next to you is a natural thing for me
And I could never let you go, no matter what goes on
'Cause I love you more than ever now that the past is gone
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EL VASO QUEBRADO
Hay veces que en el alma
se quiebra como un vaso,
y antes de que se rompa
y muera (porque las cosas mueren
también), llénalo de agua
y bebe,
quiero decir que dejes
las palabras gastadas, bien lavadas,
en el fondo quebrado
de tu alma,
y que, si pueden, canten.
Estoy leyendo "Vesper Flights" de Helen Macdonald, la autora del excelentísimo "H is for Hawk". Los ensayos sobre la naturaleza es quizá uno de mis géneros preferidos y Macdonald no tiene par. "Vesper Flights" es una colección de ensayos, entre los que está uno que más o menos cambió mi vida en el 2017. Si conseguí convencer a varias personas a emprender un road trip de dos días para poder ver el eclipse solar fue porque me topé con un artículo de Helen Macdonald en el New York Times que me impresionó tanto que pensé que perderme el eclipse, tan sólo a un par de estados de distancia, sería perder una de las grandes oportunidades de la vida. ¿Conducir desde Washington DC hasta Carolina del Sur para ver los 7 minutos que dura un eclipse? Así fue. Y vaya si valió la pena y si no han sido quizá los 7 minutos más emocionantes de mi vida.
***
"Vesper Flights", el ensayo que da título a la colección, habla de los vencejos (swifts), esas aves extrañísimas, semiapocalípticas, que vuelan rapidísimo y sin descanso, sin bajar a la tierra ni siquiera para recoger material para sus nidos. "Their nests are made of things snatched from the air," Macdonald escribe, "strands of dried grass pulled aloft by thermals; molted pigeon-breast feathers; flower petals, leaves, scraps of paper, even butterflies... They mate on the wing. And while young martins and swallows return to their nests after their first flights, young swifts do not. As soon as they tip themselves free of the nest hole, they start flying, and they will not stop flying for two or three years, bathing in rain, feeding on airborne insects, winnowing fast and low to scoop fat mouthfuls of water from lakes and rivers."
Al atardecer y al amanecer, bandadas de vencejos ascienden más de 3000 metros por razones complejas que Macdonald explica en el ensayo, principalmente para orientarse mucho mejor. Esto es lo que se llaman "vesper flights", y Macdonald, en ese movimiento tan magistral que logran los mejores ensayos sobre la naturaleza, consigue hacer de los vencejos una fábula sobre la comunidad y la toma de decisiones colectivas en tiempos difíciles, como la pandemia.
Entre el ensayo de Macdonald y este poema de Anne Stevenson ya no es posible mirar a los vencejos sin sentir una mezcla de admiración y extrañeza.
***
Por lo general pongo los links de donde saco las fotos solamente para reconocer el robo, pero este me ha llamado la atención porque cita una entrevista en la que Anne Stevenson habla con gran admiración—una admiración que comparto—de Dana Gioia. Y al final hay un poema muy bueno, "How Poems Arrive", que Stevenson le dedicó.
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