En el día de su Inmaculado Corazón, en el alba de un día histórico, con la esperanza de que se salven (en más de un sentido) muchos corazones.
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A LA VIRGEN SANTÍSIMA
Como el triste piloto que por el mar incierto
se ve con turbios ojos, sujeto de la pena
sobre las corvas olas que, vomitando arena,
lo tienen de la espuma salpicado y cubierto,
cuando, sin esperanza, de espanto medio muerto
ve el fuego de Santelmo lucir sobre la antena,
y, adorando su lumbre, de gozo el alma llena,
halla su nao cascada surgida en dulce puerto,
así yo el mar surcaba de penas y de enojos,
y, con tormenta fiera, ya de las aguas hondas
medio cubierto estaba, la fuerza y luz perdida,
cuando miré la lumbre, ¡Oh, Virgen!, de tus ojos,
con cuyos resplandores, quietándose las ondas,
llegué al dichoso puerto donde escapé la vida.
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