Pedro Poitevin hace magia. Su poesía experimental—entre la que se encuentran sonetos y décimas palindrómicas—logra lo que pareciera imposible lograr con las palabras. Crea nuevas formas, importa al español formas extranjeras, mezcla matemáticas y poesía. Hay mucho de divertimento, de puro placer intelectual, tanto para el escritor como para el lector que se asombra ante el prodigio. Pero también hay poesía. "La sonetina del confinamiento", por ejemplo, es un logro formal monumental—¡una catedral!—pero no es sólo el puro músculo lo que impresiona. Es todo un poema en sí mismo.
El de hoy, de apariencia mucho más sencilla que sus palíndromos, es también todo un logro en muchos sentidos. Mi favorito.
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