Hace apenas unos días volví de Colombia. Como una buena parte del año pasado me la pasé observando aves, esta era la primera vez que estaba en Colombia con el expreso deseo de observar aves. En mi familia hay varios serios pajareros. Mi primo, por ejemplo, no sólo lo sabe prácticamente todo sobre las aves, sino que además toma unas fotos estupendas.
Desde que empecé a usar Zoom, es decir, desde el COVID, he tenido como foto de perfil en Zoom una Tángara Real (cyanicollis), pero nunca la había visto en vivo hasta esta visita, en nuestro pequeño paraíso terreno, La Cristalina, la finca familiar en Cocorná. Tanto allí como en la casa de Medellín siempre hemos tenido comederos de pájaros con plátanos y naranjas, y esta vez me he entretenido viendo los que llegaban. Ver pájaros parece la más pasiva de las actividades, pero está llena de dichas y asombros. Por eso este poema de Marilyn Nelson, a la que pude escuchar recientemente en DC, me ha emocionado. Cuando lleguen los setenta...
(via) |
Bird Feeder
Approaching seventy, she learns to live,
at last. She realizes she has not
accomplished half of what she struggled for,
that she surrendered too many battles
and seldom celebrated those she won.
Approaching seventy, she learns to live
without ambition: a calm lake face, not
a train bound for success and glory. For
the first time, she relaxes her hands on the
controls, leans back to watch the coming end.
Asked, she’d tell you her life is made out of
the things she didn’t do, as much as the
things she did do. Did she sing a love song?
Approaching seventy, she learns to live
without wanting much more than the light in
the catbird window seat where, watching the
voracious fist-sized tweets, she hums along.
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