miércoles, 2 de marzo de 2022

#61 Amor constante, más allá de la muerte (Francisco de Quevedo)

Soneto justamente famosísimo que me gusta aún más desde que leí un comentario de José Miguel Ibáñez Langlois y me di cuenta de lo mucho que se me escapaba. 

Aquí el comentario al último, glorioso verso: "¡Qué verso entre los versos supremos de la poesía universal! Su eufonía es máxima, por sus vocales (ó o e á a ó o a o á ó), por la sabia y elocuente repetición de polvo a sólo tres sílabas de distancia, y por la casi idéntica distribución de sus consonantes (p lv r s m / p lv n m r). Este verso es tan justo como desenlace, que en él parece contenerse, con máxima concentración, el poema entero. El conclusivo enamorado calza de un modo indecible con polvo: ¡polvo enamorado! Es el contraste más paradójico, más barroco y más católico que imaginarse pueda. El adjetivo enamorado da su pleno sentido al soneto, desde su título en adelante, ya que apenas hay antes una sugerencia erótica; la hay corporal, y bien intensa, pero el eros como sujeto de eternidad se revela del todo en ese calificativo que clausura un poema estremecedor."

(via)

AMOR CONSTANTE, MÁS ALLÁ DE LA MUERTE

Cerrar podrá mis ojos la postrera

sombra que me llevare el blanco día, 

y podrá desatar esta alma mía 

hora a su afán ansioso lisonjera; 


mas no, de esotra parte, en la ribera, 

dejará la memoria, en donde ardía: 

nadar sabe mi llama la agua fría, 

y perder el respeto a ley severa. 


Alma a quien todo un Dios prisión ha sido, 

venas que humor a tanto fuego han dado, 

médulas que han gloriosamente ardido, 


su cuerpo dejará, no su cuidado, 

serán ceniza, mas tendrá sentido,

polvo serán, mas polvo enamorado.

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