La semana pasada estuve en una conferencia compartida, a cargo de dos scholars, padre e hija. La primera parte estaba a cargo de la hija, sobre la pena (grief) de Aquiles por Patroclo (y ese momento emocionante del encuentro entre Aquiles y Príamo). La segunda parte estaba a cargo del padre, pastor anglicano, sobre la pena de perder a su esposa tras una larga enfermedad.
Durante las preguntas alguien le preguntó al padre que él, como pastor, qué le diría a Aquiles, cómo lo confortaría o lo ayudaría a salir de un tormento que no hace más que causar más daños. Dijo que él se pregunta mucho por qué la gente viene a él, qué sabiduría tiene él por compartir—y que él haría con Aquiles lo que trata de discernir con cualquier persona: Cómo está actuando Dios en cada alma.
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Una recomendación: Calvary (2014)
(via) |
I was vicar of large things
in a small parish. Small-minded
I will not say, there were depths
in some of them I shrank back
from, wells that the word “God”
fell into and died away,
and for all I know is still
falling. Who goes for water
to such must prepare for a long
wait. Their eyes looked at me
and were the remains of flowers
on an old grave. I was there,
I felt, to blow on ashes
that were too long cold. Often,
when I thought they were about
to unbar to me, the draught
out of their empty places
came whistling so that I wrapped
myself in the heavier clothing
of my calling, speaking of light and love
in the thickening shadows of their kitchens.
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