Ya quisiera tener un poema adecuado para hoy, tras la noticia de la muerte de la Reina Isabel. He visto por ahí gente criticando que los hispanos lamentemos la muerte de la Reina. Pues vale. A mí me ha dado mucha pena y he rezado por ella, conmovida por su vida entregada al servicio de su tierra, por el ejemplo—como dice el Papa Francisco en su mensaje—de devoción al deber, a la familia, a Dios.
A falta un poema para la ocasión, traigo uno que tenía reservado para cuando estuviera ya bien entrado el otoño. En todo caso, ya se ha acabado el verano, empiezan los aires otoñales, y de todas formas, qué mejor día para pensar en la muerte, en la nuestra, en la de aquellos a los que amamos. Y siendo del inigualable William Shakespeare, que quede aquí pues como un pequeño homenaje.
(via)
SONNET 73
That time of year thou mayst in me behold
When yellow leaves, or none, or few, do hang
Upon those boughs which shake against the cold,
Bare ruin'd choirs, where late the sweet birds sang.
In me thou see'st the twilight of such day
As after sunset fadeth in the west,
Which by and by black night doth take away,
Death's second self, that seals up all in rest.
In me thou see'st the glowing of such fire
That on the ashes of his youth doth lie,
As the death-bed whereon it must expire,
Consum'd with that which it was nourish'd by.
This thou perceiv'st, which makes thy love more strong,
To love that well which thou must leave ere long.
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