PALAZZO DI ALGERI
Amigos, no es la hora del adiós.
Escucho la llamada a la oración
y tocamos el timbre en vuestra casa
que anuncia la alegría llameante en la orquesta.
Hay una espada roja sobre nuestras cabezas
abriendo el pecho blanco en las crestas del cielo.
Se ha abierto el portalón y miramos la escena:
bajamos la escalera con regia lentitud,
bebemos la caricia clara de la piscina
y miramos la fiesta que empieza sin nosotros.
La vida es una fiesta que empieza sin nosotros,
duelo y fiebre de noches con el viento rasgado
cuando el llanto de un niño nos arranca del sueño.
Hemos visto nacer a esas manos pequeñas
en estos techos altos, levantar un imperio
de coches voladores y de trenes sin mapa.
Yo quiero proteger la risa de una foto:
Giacomo y Joaquín juntos, compartiendo la cena
sonriéndole a la vida que les sonríe también.
Yo quiero preservar el brindis de la noche
en que aquí me contasteis que os habíais sumergido
en la última brazada de Jonás.
Os sigo viendo ahora:
el titán de los hombros silenciosos
que soportan el mundo cuando tiembla en la arena
amará a su planeta en pleno mediodía.
Hemos sido los príncipes de un reino
de infantes en la hierba y prosecco en la mano,
copas centelleantes en las noches antiguas,
últimos moradores del palacio secreto.
Me adelanto, partís. Veo vuestras siluetas
y vuelvo a pasear por el salón desierto:
el espacio se agranda, los reyes se han marchado
y han dejado sus sombras custodiando el silencio.
Sobre el banco olvidado en el jardín
se aposenta la lluvia más violenta de Argel:
es la herrumbre que come la pasión de un país.
Donde estéis crecerá otro nuevo palacio.
Pero eso vendrá luego, siglos de luz adentro,
tras el lento oleaje y la separación
con séquito escondido debajo de los ojos.
Cualquier mudanza es una revelación.
Marcháis hacia una tierra con vuestro nombre ahora.
Aunque no todavía: tenemos que brindar.
Porque amigos, no puede ser aún
la hora del adiós.
Más adelante habrá que cruzar esa puerta;
pero ahora bailaremos hasta el alba en el césped
mientras duermen los hijos y nuestros sueños viven
como un brillo naranja en nuestros pies descalzos.